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No soy politólogo, ni sociólogo, ni historiador, ni crítico literario, ni músico. Aunque les confieso que me gustaría ser algo de todo lo que mencione. Si puedo decir que soy escritor y quizás a través de mis palabras pueda de algún modo aproximarme a lo que no soy.

16 jun 2012

LOS PADRES DE LA PATRIA

Día del padre en Argentina, nuestro país. Honestos y valientes hombres han contribuido a su grandeza.
Sin embargo, dos hombres han merecido el honor de ser considerados por la Historia "los padres de la Patria": José de San Martín y Manuel Belgrano.
Con material extraído del libro "Belgrano. Artífice de la nación, soldado de la patria" de Miguel Ángel de Marco, me tomo aquí el atrevimiento de hacerles un humilde pero sincero homenaje.


"Antes de conocerse personalmente, San Martín y Belgrano enlazaron una sincera amistad epistolar que comenzó cuando el primero le escribió desde Buenos Aires felicitándolo por los triunfos de Tucumán y Salta. Esa carta no ha llegado a manos de la posteridad, pero sí la respuesta del creador de la Bandera, fechada en Lagunillas el 25 de septiembre de 1813, en la que le decía: " ¡Ay!, amigo mío. ¿Y qué concepto se ha formado usted de mi? Por casualidad, o mejor diré, porque Dios ha querido me hallo de general sin saber en qué esfera estoy: no ha sido esta mi carrera y ahora tengo que estudiar para medio desempeñarme y cada día veo más y más las dificultades de cumplir con esta terrible obligación[...] Crea usted que jamás me quitará el tiempo y me complaceré con su correspondencia, si gusta honrarme con ella y darme algunos de sus conocimientos para que pueda ser útil a la patria, que es todo mi conato, retribuyéndole la paz y tranquilidad que tanto necesitamos". Tras la derrota de Ayohuma, Belgrano le había hecho conocer a San Martín el 8 de diciembre, desde Humahuaca, que había pedido al gobierno que lo designase en su ejército, cosa que éste le había concedido. Y nueve días más tarde volvía a escribirle para reclamar que apresurara su marcha: "Vuele usted, si es posible; la patria necesita que se hagan esfuerzos singulares y no dudo que usted los ejecute según mis deseos, para que yo pueda respirar con alguna confianza y salir de los graves cuidados que me agitan incesantemente. Crea usted que no tendré satisfacción mayor que estrecharlo entre mis brazos y hacerle ver lo que aprecio el mérito y honradez de los buenos patriotas como usted". Otra vez se dirigió a San Martín desde Jujuy el 25 de diciembre: "Mi corazón toma un nuevo aliento cada instante que pienso que se acerca, porque estoy firmemente persuadido de que con usted se salvará la patria y podrá el ejército tomar un diferente aspecto [...] Celebro los auxilios que usted trae así de armas como de municiones y particularmente los dos escuadrones de su regimiento, que ellos podrían ser el modelo para todos los demás en disciplina y subordinación". Volvería a tomar la pluma el 2 de enero desde la misma ciudad para expresarle cuánto confiaba en los beneficios de su incorporación al exánime conjunto de hombres que comandaba: "Deseo mucho hablar con usted, de silla a silla, para que tomemos las medidas más acertadas y formando nuestros planes, los sigamos sean cuales fuesen los obstáculos que se nos presenten, pues sin tratar con usted a nada me decido". La correspondencia se hizo casi diaria hasta la hora del encuentro. Finalmente, éste ocurrió el 29 de enero de 1814, en Algarrobos, cerca de Yatasto. El coronel San Martín, vestido con el austero uniforme de su unidad, venía al frente de una fuerza compuesta por 700 infantes del primer batallón de regimiento 7, dos escuadrones de granaderos, y 100 artilleros de refuerzo. Al apearse de su cabalgadura, Belgrano se confundió en un abrazo con el recién llegado. Ambos eran de similar estatura. San Martín reflejaba su condición de soldado hecho a la vida de cuartel y a las batallas: mirada penetrante, voz gruesa y metálica, recia musculatura, movimientos marciales. Belgrano, que había trocado la vida sedentaria por las vicisitudes de la lucha en épocas relativamente recientes, exhibía, por el contrario, el aspecto de un hombre de estudio poco afecto a los ejercicios físicos, a la vez que mostraba en su rostro armonioso los rastros de la fatiga y de las enfermedades que lo aquejaban. Don Manuel se expresaba marcando las eses, como los porteños; don José lo hacía con un dejo andaluz. Presentados los respectivos jefes y oficiales, comenzó esa conversación "silla a silla" a la que había aspirado Belgrano y que pronto ratificó las coincidencias entre aquellos hombres llamados a recibir de la posteridad el título de padres de la Patria". "Ambos conocían la literatura militar de la época y podían hablar con solvencia de conductores y campañas antiguas y recientes. San Martin había conocido muchos de los grandes terrenos de batalla de fines del siglo XVIII y principios del XIX, e incluso había experimentado las singularidades de la lucha en el mar. Belgrano, que habipa sido testigo lejano, durante sus años de permanencia en la Metrópoli, de la decadencia militar y naval de España después de una etapa de gran esplendor, podía extenderse acerca de las peculiaridades de los jefes realistas americanos contra los que había combatido, y proporcionar útiles referencias sobre la geografía y acerca de la idiosincrasia de los pueblos del Noroeste y del Alto Perú."
"Tanto San Martín como Belgrano estaban muy al tanto de las vicisitudes de la política de los Borbones en el contexto de un mundo signado por el expansionismo francés y las inextinguibles apetencias británicas, y no es aventurado pensar que hablaron sobre las repercusiones que ambas potencias tenían en América, y acerca de la mejor forma de organizar políticamente a los pueblos que aspiraban a declarar su independencia"