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No soy politólogo, ni sociólogo, ni historiador, ni crítico literario, ni músico. Aunque les confieso que me gustaría ser algo de todo lo que mencione. Si puedo decir que soy escritor y quizás a través de mis palabras pueda de algún modo aproximarme a lo que no soy.
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17 sept 2010

ESTEBAN ECHEVERRÍA, entre el romanticismo y el socialismo utópico.

Escribió Noé Jitrik: "Durante su accidentada gestión como ministro de Gobierno de la provincia de Buenos Aires a partir de 1821 y luego como presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, entre 1826 y 1827, Bernardino Rivadavia tomó una gran cantidad de decisiones en todos los órdenes de la vida social, todas dictadas por una suerte de utopismo bebido en la filosofía fisiocrática inglesa, una línea de pensamiento iluminista cuyo fundamento básico era que el hombre podía controlar y remodelar la naturaleza. La realidad se oponía cerrilmente a casi todas, razón por la cual muchas, que parecían producto de un sueño tan avanzado como delirante, fracasaron.(...)También tomó medidas políticas de fondo, tales como hacer dictar una Constitución, asunto que motivó su caída, y organizar el Estado, todavía en ciernes luego de las guerras de Independencia y el surgimiento de caudillos locales que le hacían una pertinaz oposición. Pero Rivadavia no se pudo sostener y el país entró en un estado de turbulencia, en ocasiones sangriento, con la acción de caudillos dispuestos a reivindicar por las armas derechos locales, provinciales o regionales -Quiroga en La Rioja, Ibarra en Santiago del Estero, López en Santa fe, y, por fin, Juan Manuel de Rosas en Buenos Aires, que dominó la escena nacional desde 1830, más o menos, hasta 1852-. Casi como respuesta, surgieron ejércitos -sobre todo los dirigidos por José María Paz y Juan Lavalle- que se declaraban "unitarios", en lucha contra los caudillos, que se declaraban "federales", a veces triunfantes, a veces derrotados. El panorama era, lo menos que puede decirse, confuso, oscuro y daba lugar a hechos brutales, como el fusilamiento de Dorrego y el asesinato de Quiroga, sin contar con la implacable persecución a opositores y contrincantes de quienes detentaran un poder.