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No soy politólogo, ni sociólogo, ni historiador, ni crítico literario, ni músico. Aunque les confieso que me gustaría ser algo de todo lo que mencione. Si puedo decir que soy escritor y quizás a través de mis palabras pueda de algún modo aproximarme a lo que no soy.

7 ago 2021

PARTE UNO. Capítulo Dos. 1980-1989, parte A


El período que transcurre entre los años 1980 y 1989 estuvo marcado por profundos cambios, a veces abruptos y otras veces no tan sencillos  de advertir, tanto en lo personal como a nivel nacional. 
Tales transformaciones afectaron aspectos físicos, emocionales y cognitivos de mi persona: dejé la niñez atrás para convertirme en un adolescente. 
Por otro lado, la sociedad argentina vivió esperanzadoras y traumáticas experiencias políticas, económicas y culturales que marcaron a fuego ese tiempo histórico. 
La Dictadura Militar recorría su quinto año en el Poder y comenzaba a notarse un fuerte desgaste del régimen frente a la sociedad por las nefastas consecuencias políticas, económicas y sociales de un "Proceso de Reorganización Nacional" que nunca fue nacional ni popular. Todo lo contrario. 
El plan económico implementado se ajustaba a los lineamientos que el Poder corporativo y globalizado buscaba imponer por intermedio del neoliberalismo a las naciones dependientes y tercermundistas.
La destrucción de la industria manufacturera, que tenía el doble objetivo de beneficiar a las industrias de exportación primaria (carnes y granos) y el debilitamiento de las organizaciones sindicales, en su gran mayoría leales al peronismo, sumado al astronómico crecimiento de la deuda externa, fueron pilares fundamentales para revitalizar un modelo de dominación política y económica que el liberalismo vernáculo siempre pretendió implementar en nuestro país. 
Los militares y sus socios civiles idearon los mecanismos necesarios para beneficiar los intereses estratégicos y especulativos de las empresas multinacionales, de los sectores financieros y de los organismos internacionales de crédito. Con ello se aseguraron el apoyo de los Estados Unidos para la incorporación de la Argentina al Plan Cóndor, estrategia militarista continental para enfrentar lo que consideraban la mayor amenaza de Occidente: la filtración marxista , que en el caso argentino, representaba "la subversión apátrida del enemigo interno".

Nuestra vivienda, entre fines de los años setenta y principios de la década del ochenta, había experimentado un gran cambio con la construcción de dos piezas de ladrillos comunes. El techo de ambas fue realizado con chapas de zinc. Si bien las dos primeras piezas continuaron siendo de madera paulatinamente se fueron reemplazando sus chapas de cartón por las de zinc.
Un cambio fundamental fue la construcción de un baño, que si bien siguió estando por fuera de la casa ahora estaba pegado a una de la piezas de la casilla y no aislado en el fondo del terreno. 
Entre la casa y el fondo existía un amplio espacio donde había plantas de naranjas, pomelos, mandarinas, duraznos, granadas, limones e higos. Mi mamá, durante algunos años,  también tuvo allí su pequeña huerta cuyos frutos le permitía hacer un pequeño ahorro al momento de preparar las comidas de la familia. Una planta de Mora, pegada casi al baño del fondo, se convirtió casi en un árbol y allí solíamos trepar para jugar entre hermanos. 
Juegos y travesuras que compartí con ellos casi con exclusividad ya que no tuvimos muchos amigos en el barrio con quienes divertirnos, por lo menos cuando fuimos más chicos. Entre las travesuras que más recuerdo puedo nombrar cuando rompimos de un pelotazo los vidrios de una ventana que daba al patio o cuando, creo que por jugar a las escondidas, nos metimos a un enorme tanque de cemento que estaba apoyado sobre unos pocos ladrillos y lo terminamos desfondado.
Más de una vez rompimos cosas o rayamos muebles de la casa. Sabíamos que íbamos a ser regañados y/o castigados por nuestros padres y por alguna razón temíamos mucho más el reto y castigo de nuestra madre que el de mi padre. Y eso que en ciertas ocasiones, dependiendo de lo grave del asunto, mi papá utilizó su cinto para castigarnos. Yo creo que tomar esa decisión la consideraba apropiada para corregir nuestros comportamientos, pero también estoy seguro que le dolía mucho tener que hacerlo, porque al rato nos hablaba con gran pena en su ser, ¡casi como pidiéndonos perdón!
Mi maestra de tercer grado, en 1980, creo que se llamaba Norma (curiosamente tuve varias maestras con ese nombre). No sé porqué no tengo fotos con ella y con el grupo de mis compañeros de ese tercer grado. La recuerdo como una señorita joven, de pelo corto y de anteojos. Muy buena, que nos hacía jugar en el patio central de la escuela. Nuestra aula tenía una ventana que daba a la Av.844 y estaba a escasos metros de la entrada principal a la escuela. 
Al año siguiente, junto con Rubén, comenzamos nuestro primer año de Catequesis, cuyas clases se daban en las aulas de la Escuela secundaria Don Luis Piedrabuena, es decir,  en el edificio ubicado en la manzana que estaba frente a la escuela n°32. Asistíamos a clases los sábados por la tarde y los domingos a la mañana concurríamos a misa. 
Ingresar al Piedrabuena, recorrer sus pasillos y entrar a sus aulas fueron una experiencia novedosa, anticipatoria en 4 años a lo que sería mi asistencia posterior a la escuela secundaria. 
En 1982 hicimos el segundo año de catecismo y finalmente en Diciembre de ese año recibimos el Sacramento de la Comunión en la principal iglesia de San Francisco Solano, ubicada en la Av.844 entre las calles 892 y 893.
Mientras cursaba el 4to grado de la escuela primaria, en 1981, un rara sensación, un extraño sentimiento se apoderó de mi. Comencé a poner mi atención en una niña que seguramente ya la había visto pasar por frente de mi casa, ya que también vivía con sus padres y hnos sobre la calle 854, entre las calles 892 y 891; es decir que vivía a una cuadra de mi casa. Pero el momento que percibí con mayor intensidad su presencia fue un día de acto escolar, que se realizaban en el mismo día oficial de la celebración o conmemoración, sin importar que el día fuese feriado. 
Y aquellos actos escolares  reunía a todos los alumnos y a todo el personal docente de ambos turnos en el inmenso patio de la escuela n°32. Fue entonces que supe que mi vecina asistía al turno tarde. 
Y lo que sucedió al año siguiente son de esos sucesos que te sorprenden gratamente por el misterio que pareciera haber en las vueltas de la vida; en definitiva, en el destino: Silvia K, tal el nombre de esa niña que comenzó por entonces a ser adolescente, se había cambiado al turno mañana y pasó a ser una de mis nuevas compañeras de 5to grado.

Por esos primeros años de la década del ochenta mis padres me permiten ir a realizar tareas escolares en casas de compañeros que vivían cerca, como ser el caso de un chico de nombre Cristián Ibarra, que vivía en la calle 855 entre las calles 892 y 891. A medida que avanza mi trayectoria de escolaridad primaria ya conoceré las casas de otros compañeros, algunos de los cuales se transforman en los mejores amigos por tantos años de compartir las vivencias  escolares: Pablo Vázquez, Gabriel Montanelli y Adrián Orlando Lombardo.

Como consecuencia de la prolongada guerra fría entre Los Estados Unidos y la Unión Soviética los norteamericanos entrenan y asesoran a personal militar de varios países del continente americano para impedir que el comunismo penetre en Occidente. 
Ya desde los inicios del Proceso de Reorganización nacional los militares se dedicaron a reprimir y exterminar al "enemigo interno". Para ello recurrieron al Terrorismo de Estado para secuestrar, encarcelar, torturar y asesinar a quienes integraban  las organizaciones de las guerrillas urbanas. 
Sin embargo, debe quedar claro  que el objetivo de aniquilar la subversión fue la gran excusa para despejar del camino todo obstáculo que interfiriera en el más amplio y profundo proyecto de transformar totalmente la organización política, económica y social del país.
En efecto, en los primeros años de la Dictadura militar ya se había logrado el propósito de desmantelar a las organizaciones guerrilleras. Pero el terrorismo de Estado continuó vigente y sus principales víctimas fueron militantes estudiantiles y juveniles, profesionales, opositores políticos y eclesiásticos comprometidos socialmente y, sobre todo, el sindicalismo de base, muchas veces delatados por los sectores patronales cómplices del régimen militar o por los sindicalistas "dialoguistas" , que sacaron provecho de la represión ultraderechista del Estado para eliminar a los representantes obreros del peronismo combativo o aquellos con ideologías de izquierda.
Ya desde los primeros años de la década del ochenta la situación socioeconómica de la amplia mayoría de la población comenzó a generar movimientos de resistencia política y sindical frente a la política económica de Martínez de Hoz y demás economistas liberales. El paro general declarado por la CGT Brasil, liderada por Saúl Ubaldini, el 30 de marzo de 1982, con miles de manifestantes en la Plaza de mayo, fue duramente reprimido.
Curiosamente, pocos días después, el 2 de abril, miles de manifestantes volvieron a ocupar la plaza, solo que ahora  para expresar apoyo al gobierno militar frente a la amenaza del gobierno inglés de recobrar por la fuerza las Malvinas, de nuevo bajo nuestra soberanía por la acción de fuerzas armadas argentinas que desalojaron al pirata inglés del territorio malvinense.
Por cuestiones históricas y geográficas las Islas Malvinas son Argentinas y nuestros reclamos de soberanía sobre ellas se remontan al siglo XIX cuando quedó bajo dominación  británica. 
Ante la pérdida de legitimidad frente a la sociedad Argentina los altos mandos militares idearon y planificaron la recuperación de las Malvinas como jugada maestra para continuar en el poder. Levantar la bandera de tan sensible causa nacional debía generar un amplio e inquebrantable apoyo popular. Y entre los supuestos manejados por los estrategas militares estaba la idea que los Estados Unidos, como forma de corresponder al gobierno militar argentino por su colaboración en la lucha contra la "filtración marxista", intervendría a nuestro favor en la disputa con el Reino Unido. ¡Grosero error geopolítico! Los norteamericanos, como era de esperar entre "primos imperialistas" apoyaron a los ingleses,  sus aliados históricos. 

"A partir de los Juicios a las Juntas Militares, producido en los primeros años del gobierno de Alfonsín, buena parte de la sociedad comenzó a tomar conciencia de las atrocidades cometidas en el último periodo militar.
Por la ignorancia y la inocencia propia de la niñez y primeros años de adolescencia, sumado a la opresión de la censura y la represión ejercidas por un régimen antidemocrático, vivimos, bien o mal, sin una clara y objetiva conciencia de la realidad nacional, esto es, sin grandes preocupaciones o sobresaltos por la situación política o socioeconómica que desde el inicio de la década comenzó a ser cada vez más preocupante.
De igual manera, no puedo afirmar que la causa Malvinas haya tenido gran impacto en aquellos chicos de 10 años de edad, los de mi generación, cómo sí pudo tenerlo en otras generaciones de argentinos, más allá de la exaltación de la vena nacionalista puesta en evidencia con la recuperación de las Islas Malvinas y la inmediata guerra con Gran Bretaña, causa nacional que los militares pretendieron usufructuar para legitimarse en el poder, aún conscientes que su estrategia bélica y las fuerzas armadas enviadas no eran las adecuadas para enfrentar y resistir el poderío de una de las mayores potencias militares del planeta". (Díaz, Carlos Eduardo; Memorias de aquel tiempo adolescente en San Francisco Solano; Ediciones Encontrarnos; páginas 22 y 22).

Mi maestra de 4to grado se llamaba Norma y su apellido eran Erbrat o algo así. Fue una de las maestras más lindas y buenas que tuve en la escuela primaria. 
La maestra de 5to grado también se llamaba Norma y su apellido era Paiva. Pero ya era más seria y exigente con sus alumnos. ¿Será que a medida que crecíamos nos correspondían maestras más duras y con más experiencia docente con alumnos que empezaban lentamente su ingreso a la adolescencia? 
En mi libro Memorias de aquel tiempo adolescente en San Francisco Solano relato con mayores detalles un episodio de rebeldía escolar que derivó en la intervención de mi madre.  Finalmente aquel comportamiento díscolo fue solo una excepcionalidad, marginal si se quiere(¿para llamar la atención de mis padres o como consecuencia de los sentimientos que me provocaba mi compañera Silvia K?) en todos mis años de escolaridad primaria, porque a decir verdad, por ser un chico bastante tímido y tranquilo, además de comprometido con las tareas escolares, me permitió ser uno de los alumnos "mimados" por la mayor parte de las maestras. 
Tal fue el caso de la maestra Elizabeth Castro que siempre pareció tener una debilidad por mí, como si necesitara protegerme de ciertas amenazas. Ella fue la maestra titular de 6to grado "A", mientras que la señorita Graciela Albornoz fue la segunda maestra.
Ya en 7mo grado "A" la señorita Elizabeth fue la segunda maestra ya que la titular fue Graciela Legnani.
El gran cambio que vivimos como alumnos de la escuela n°32 fue sin duda tener que mudarnos, a partir de 1983, a la escuela vecina, la n°53 "Almafuerte", mi primera escuela durante un breve tiempo en 1978. Las causas que originó tal movimiento escolar fue la demolición de las edificaciones de la escuela n°32 para la construcción de un enorme y moderno edificio escolar, el cual demandó más de dos años de trabajos para poder inaugurarlo.
A pesar del traslado de las aulas de madera de la escuela n°32 al fondo de su escuela vecina y de la utilización de unas aulas "metálicas" que pertenecían a la escuela n°53 debió implementarse un sistema de tres turnos de 3 hs cada uno. El turno mañana, entre las 8 y las 11hs, el turno intermedio, entre las 11 y las 14hs y finalmente el turno tarde, entre las 14 y las 17 hs. Rubén y yo continuamos asistiendo a clases en el turno mañana pero mis hnos menores debieron concurrir en los otros turnos.
En aquellos últimos años de escuela primaria las evidencias de los cambios físicos y anímicos propios de la adolescencia comenzaron a manifestarse con mayor intensidad. El impulso de salir a la calle, independizarse del núcleo familiar y conocer la realidad "en carne propia" necesariamente formaban parte de nuestro crecimiento personal. Por eso los "asaltos" se hicieron más frecuentes. Algunos en casa de Susana López, otros en lo de Marisol González y otros también en lo de Laura Severino, eran encuentros con las compañeras y compañeros del grado, donde generalmente los varones llevaban las bebidas y las chicas lo que pudiesen aportar para "hincar el diente": bizcochuelos, facturas, empanadas, etc. Sin duda esas reuniones entre pares servía para socializar de manera más distendida, sin la rigidez derivada de las pautas y normas escolares, que ciertamente procuran la instrucción pero también el control del alumnado.
Yo, que siempre fui muy tímido, recuerdo con nitidez, que más de una vez me destaqué bailando en esas especies de competencia que hacíamos en los "asaltos". No sé porqué ocurría pero la música pop de esos años, especialmente la de Michel Jackson, Madonna o Cyndi Lauper, me movilizaban de una manera especial, quizás porque en casa no era frecuente escucharla , más que nada porque mis padres consumían otros estilos musicales y además aún no teníamos donde escuchar radios FM. O quizás fue la mejor estrategia que encontré para hacerle notar mi existencia a esa compañera que tanto me gustaba.
Lo cierto es que pocas veces me mostré tan despreocupado por las miradas y comentarios de los demás como en esos inolvidables "asaltos" que se terminaban apenas comenzaba a ocultarse el sol. Recién volveré a bailar en la fiesta de los 15 años de Spadano, en 1987, de manera breve y tímida,  aunque una compañera opinó que lo hacía bastante bien.
Aquella revolución de hormonas que comenzaba a delinear nuestro cuerpo, nuestra mentalidad y nuestra  Alma debía necesariamente verse reflejada en la manera de relacionarse con los amigos y con esas personas por las que sentíamos una atracción especial, basada en el amor, o lo que nosotros creíamos que era amor. Y el juego de la botellita era una clara muestra del interés por descubrir y explorar nuevas maneras de acercarse a la persona que nos atraía. Personalmente nunca me tocó el turno de besar a la chica que me gustaba pero el solo hecho de participar ya representaba una perspectiva curiosa y audaz. 

Continúa....