BIENVENIDOS

No soy politólogo, ni sociólogo, ni historiador, ni crítico literario, ni músico. Aunque les confieso que me gustaría ser algo de todo lo que mencione. Si puedo decir que soy escritor y quizás a través de mis palabras pueda de algún modo aproximarme a lo que no soy.

19 oct 2010

DE LEALTADES Y TRAICIONES, parte dos

Decía en mi entrada anterior que daría la impresión que las nuevas generaciones de votantes no dependiesen tanto de las tradiciones políticas de sus padres.

Fundamentalmente porque no existió una afinidad de estos con los sucesos políticos de su tiempo. Las malas experiencias alejan a las personas de la dimensión política de una sociedad y ese desinterés puede llegar a ser absorbido por los más jóvenes.

Esta desvinculación ciudadano-tradición política puede llegar a ser considerada positiva cuando apreciamos que en muchas otras oportunidades la tradición política familiar es tan potente que termina por cegarnos de la realidad. En 1995, por ejemplo, voté por la reelección de Carlos Menem aun advirtiendo que su política iba a contramano de muchos aspectos que habían caracterizado a los gobiernos de Juan Domingo Perón.

Si bien es cierto que Menem fue reelegido presidente por que aún no eran tan evidentes las nefastas consecuencias de su política neoliberal, se me ocurre que mucha gente lo votó, al igual que yo, más que por un pragmatismo alardeado por el mismo presidente, por no romper con lo que dictaba la tradición política familiar.
Es que en el imaginario de muchos Menem continuaba representando un caudillo del interior, un populista pleno de carisma. Es decir, un peronista de ley, heredero legítimo del legado del General. Eso nos quería hacer creer (y lo logró!) cuando afirmaba que si Perón estuviera vivo sin duda actuaría igual que él.

Pero la realidad nos mostraría que Menem no fue leal a Perón ni a nosotros al reconocer que si en las campañas electorales decía la verdad sobre lo que iban a ser sus políticas nadie lo hubiese votado. Él nos mintió, nos traicionó y muchos como yo legitimamos esa traición por ser, paradojicamente, leales a la tradición política familiar. //

17 oct 2010

DE LEALTADES Y TRAICIONES

17 de octubre, día de la lealtad peronista, originada en aquella jornada histórica de hace 65 años atrás, cuando multitudes de trabajadores ganaron las calles del gran Bs.As y la capital federal para reclamar la liberación del futuro líder del Justicialismo, Juan Domingo Perón.

Un comentario que leí hoy en Facebook decía que en el gobierno actual no hay peronistas. Pero, entonces, si no son peronistas, ¿que son? Ello me llevó a reflexionar sobre la tradición peronista, las lealtades y las traiciones.
Se me ocurre que lo primero que debo aclarar es que soy peronista por tradición familiar. Mi viejo, nacido en el 44, casi junto al peronismo, siempre fue peronista. E intuyo que mi abuelo, Don Pedro Diaz, también se hizo peronista cuando algo, o mucho, de la realidad de los sectores más postergados de la sociedad comenzó a modificarse gracias a un gobierno que se preocupaba por ellos y por la gran masa de los trabajadores argentinos.

Dicho esto, podríamos adéntrarnos en un debate sobre el peso real de las tradición político-familiar en la configuración de una identidad política propia. Es probable que la influencia de la tradición política ya no sea tan decisiva en las generaciones más jovenes que deben votar, cuyos padres ya vivenciaron tiempos de desencantos varios, de dictaduras y el debilitamiento del sistema político argentino, proceso que, a veces con mayor o menor intensidad, aún perdura.

Sin embargo, las tradiciones pueden todavía actuar sobre la decisión del sujeto elector. Y pueden causar fuertes contradicciones internas al advertir que la realidad te da señales que no son las mismas que la tradición te dice; pero uno se resiste a modificar su pensamiento y su accionar por permanecer leal a esa tradición político-familiar y sus símbolos más emblemáticos. (continua)