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No soy politólogo, ni sociólogo, ni historiador, ni crítico literario, ni músico. Aunque les confieso que me gustaría ser algo de todo lo que mencione. Si puedo decir que soy escritor y quizás a través de mis palabras pueda de algún modo aproximarme a lo que no soy.

8 ene 2011

FICCIONES DE UNA MEMORIA? parte dos

Puede llegar a ser aterrador tomar conciencia que a medida que avanzamos en edad los recuerdos de nuestros primeros años de vida se nos han borrado de la memoria. Incluso puede pasar que porciones enormes de recuerdos de tiempos más recientes permanezcan en una especie de nebulosa o, directamente, en la oscuridad total. Por suerte, o por designio del destino, o por mandato divino, o por pura casualidad, a mis 16 años aún recordaba algunos detalles y hechos de mis primeros años escolares: "Yo tendría que haber comenzado la escuela primaria en el año 1977, pero por haber nacido en el mes de noviembre comenzé un año después. Mis padres me enviaron a la escuela n°53 de San Francisco Solano, partido de Quilmes. Al lado había otra escuela, la 32. Cómo la 53 tenía una mejor apariencia edilicia se decía que allí se enseñaba mejor y que, como si fuese poco el argumento anterior, en la 32 concurrían los chicos más pobres. Seguramente que fueron por esas razones que mis padres me enviaron a la escuela 53, aunque, sinceramente, debo decir que mi familia estaba más cerca de ser pobre que de ser rica" / No hay que pensarlo dos veces para advertir que ese razonamiento de creer que la educación es superior en un establecimiento sólo por su apariencia o porque allí no van niños pobres es propio de una estupidez descomunal. Sin embargo, los adultos, muchas veces pensamos de ese modo. ¡Qué desilución para mis padres cuando, al poquito tiempo de iniciadas las clases, debieron cambiarme a la escuela de al lado! Pero algunos recuerdos de esos pocos días en la 53 sobrevivieron: "Me acuerdo, como si fuese hoy, que el primer día de clases lloré. No quería quedarme y tengo la imagen de mi madre marchándose mientras me sujetaba una maestra. Superado ese mal momento sólo conservo algunas imágenes aisladas: en el patio, cuando izaban la bandera, en la fila en formación y una compañerita que tenía dificultades para caminar y que además era una vecina. Finalmente, al transcurrir casi todo el primer mes del calendario escolar sin tener maestra titular y tampoco suplente, mis padres decidieron cambiarme a la escuela nº32. Debo acotar que a la 53 concurría en el turno tarde. A partir del cambio asistiría a clases por la mañana".

3 ene 2011

FICCIONES DE UNA MEMORIA?

Por lo visto el abanico de posibles profesiones para mi futuro era amplio, o por lo menos podía abarcar actividades que involucrasen letras y números. Ahora que lo pienso hasta parece haber una contradicción o una lucha de poderes en esa situación: ¿como era posible que me gustasen las matemáticas y al mismo tiempo las letras? Significaba ello que estaba más abierto a la incorporación de conocimientos? De ser asi, ¿en que momento dejé de apreciar a los números? ¿Por qué comenzé a tener miedo de las matemáticas? Se suele temer lo que no conocemos. Pero también a lo que no dominamos. ¿Cuando dejé de tener el control sobre los números? ¿Implicó ello un triunfo de las letras, de las palabras? No estoy seguro. Desde el punto de vista de mi vida actual no hubo victoria para las letras ni para los números: no soy escritor, ni periodista, mucho menos economista. Probablemente no interese mucho, por ahora, saber qué soy sino qué fuí. Toda la secundaria los números y las letras convivieron en mi. No sé si fue de manera armoniosa pero por lo menos no evidenciaron su rivalidad, quizás por aquello de estar predispuesto a recibir el conocimiento: mi intelecto se nutría de las letras y los números. Con el inicio de mi actividad laboral los números parecieron sacar ventaja, hacerse más fuertes. En mis primeros trabajos manejé dinero. Fuí desde mozo de la cafeteria de la empresa, pasando por cadete de la sección Caja y Bancos, hasta, luego de una meteorica carrera ascendente, el cajero de moneda extranjera. Todo ese período de mi vida pareció ser el triunfo definitivo de los números, de las matemáticas. Pero un día todo se fue al tacho. Esa será una historia para otro momento. Lo que interesa decir ahora es que a partir de entonces los números quedaron sepultados hasta el día de hoy. (Continúa)