No caben dudas que los simbolismos y curiosidades que caracterizan a muchos de nuestros procesos y acontecimientos históricos ejercen una poderosa atracción. De alli, supongo, el empeño de numerosos docentes, en clases y actos escolares, por darnos a conocer esos hechos y circunstancias como si fuese realmente imprescindible saber de ellos. Dice el historiador Gustavo Gabriel Levene al respecto y específicamente sobre el 25 de Mayo de 1810: "En verdad, existe en la Argentina la mala costumbre de hablar demasiado de la lluvia que cayó ese día, dándole así una importancia desproporcionada a ese fenómeno atmósferico. También suele darse detalles, discutibles por cierto, sobre las cintas de colores blanco y azul, usadas por los partidarios de las nuevas ideas." (Argentina se hizo así; Distal;2002). / A mi humilde entender, son situaciones y datos anécdoticos, llamativos, pero en definitiva, sin un peso real a la hora de vislumbrar respuestas serias y profundas de los complejos procesos históricos. Entonces uno se pregunta porqué la mayoría de las veces los docentes privilegian la descripción pintoresca de esas curiosidades y de los simbolismos de la historia y no buscan profundizar los análisis. ¿Será que prefieren la opción más rápida y sencilla? ¿Será que no quieren complicar su existencia ni la de sus alumnos? ¿Consideran quizás que los chicos no estan en condiciones de afrontar análisis más amplios y profundos de la historia? ¿O será, simple y nefastamente, que los lineamientos curriculares que "bajan" desde los cargos burocrático-políticos atan las manos -y la imaginación- de los docentes? Es probable que la respuesta contenga varias de estas cuestiones que he señalado pero hallarla no es una tarea para nada sencilla. / La interpretación de las acciones, procesos e ideologías que configuran nuestra historia puede llegar a ser verdaderamente fascinante. / En estrecha relación con lo hasta aquí expuesto, resultan muy interesantes la reflexiones de Felipe Pigna: "Más allá de la evolución ideológica y metodológica de nuestros historiadores y docentes, a lo largo de los años el sistema ha logrado que la gente remita la historia argentina a la escuela primaria, es decir, la Revolución de Mayo aparece como un acontecimiento vinculado a la escuela primaria. Nuestro elemento fundacional como país, históricamente hablando, es un tema de acto escolar. Los sucesos de Mayo son difíciles de pensar -para la mayoría de los argentinos- despojados de betún, corcho quemado y pastelitos". Qué quede claro que no estoy en contra de los actos escolares y sus simbolismos. Lo perverso del asunto es que la escuela no profundice el estudio de la historia y que solo se quede en lo superficial, en lo anécdotico. Pigna la señala claramente: "Es alarmante la efectividad de este mecanismo que despolitiza y reduce, en el imaginario social, prácticamente a la nada a nuestra historia."/ Estamos recordando y celebrando el Bicentenario de nuestro país. Pero resulta llamativo lo que señala Pigna: "Es notable cómo uno de los temas más tratados en las clases de ciencias sociales o de historia -por las que más del 90 por ciento de la población del país ha pasado alguna vez- la Revolución de Mayo, no llega a ser comprendida por la mayoría de la gente en toda su dimensión social, económica y, sobre todo, política." / La figura del prócer, con esa semblanza ajena a la realidad, con atributos casi sobrenaturales es aprovechada por el discurso del poder que privílegia la perfección, la pulcritud y la lucidez, virtudes muy alejadas de los simples mortales. "Es decir que el argumento del ejemplo a imitar, usado como excusa para la exaltación sin límites, en los hechos no existe. Se trata en realidad de la sumisión al personaje. Los ejemplos a imitar deberían provenir de actitudes humanas,de personas falibles, con las mismas debilidades, defectos y virtudes que el resto de sus conciudadanos".