BIENVENIDOS

No soy politólogo, ni sociólogo, ni historiador, ni crítico literario, ni músico. Aunque les confieso que me gustaría ser algo de todo lo que mencione. Si puedo decir que soy escritor y quizás a través de mis palabras pueda de algún modo aproximarme a lo que no soy.

23 nov 2010

LOS BARCOS BRITÁNICOS DE GUERRA SALUDABAN LA INDEPENDENCIA DESDE EL RÍO, por E. GALEANO, parte dos

Cuando se constituyó la junta revolucionaria en Buenos Aires, el 25 de mayo de 1810, una salva de cañonazos de los buques británicos de guerra la saludó desde el río. El capitán del barco Mutine pronunció, en nombre de Su Majestad, un inflamado discurso: el júbilo invadía los corazones británicos. Buenos Aires demoró apenas tres días en eliminar ciertas prohibiciones que dificultaban el comercio con extranjeros; doce días después, redujo del 50 por ciento al 7,5 por ciento los impuestos que gravaban las ventas al exterior de los cueros y el sebo. Habían pasado seis semanas desde el 25 de mayo cuando se dejó sin efecto la prohibición de exportar el oro y la plata en monedas, de modo que pudieran fluir a Londres sin inconvenientes. En septiembre de 1811, un triunvirato reemplazó a la junta como autoridad gobernante: fueron nuevamente reducidos, y en algunos casos abolidos, los impuestos a la exportación y a la importación. A partir de 1813, cuando la Asamblea se declaró autoridad soberana, los comerciantes extranjeros quedaron exonerados de la obligación de vender sus mercaderías a través de los comerciantes nativos. "El comercio se hizo en verdad libre". Ya en 1812, algunos comerciantes británicos comunicaban al Foreign Office: "Hemos logrado...reemplazar con éxito los tejidos alemanes y franceses". Habían reemplazado, también, la producción de los tejedores argentinos, estrangulados por el puerto librecambista, y el mismo proceso se registró, con variantes, en otras regiones de América Latina. / De Yorkshire y Lancashire, de los Cheviots y Gales, brotaban sin cesar artículos de algodón y de lana, de hierro y de cuero, de madera y porcelana. Los telares de Manchester, las ferreterías de Sheffield, las alfarerías de Worcester y Staffordshire, inundaron los mercados latinoamericanos. EL COMERCIO LIBRE ENRIQUECÍA A LOS PUERTOS QUE VIVÍAN DE LA EXPORTACIÓN Y ELEVABA A LOS CIELOS EL NIVEL DE DESPILFARRO DE LAS OLIGARQUÍAS ANSIOSAS POR DISFRUTAR DE TODO EL LUJO QUE EL MUNDO OFRECIA, PERO ARRUINABA LAS INCIPIENTES MANUFACTURAS LOCALES Y FRUSTRABA LA EXPANSIÓN DEL MERCADO INTERNO. Las industrias domésticas, precarias y de muy bajo nivel técnico, habían surgido en el mundo colonial a pesar de las prohibiciones de la metrópoli y conocieron un auge, en vísperas de la independencia, como consecuencia del aflojamiento de los lazos opresores de España y de las dificultades de abastecimiento que la guerra europea provocó. En los primeros años del siglo XIX, los talleres estaban resucitando, después de los mortíferos efectos de la disposición que el rey había adoptado, en 1778, para autorizar el comercio libre entre los puertos de España y América. Un alud de mercaderías extranjeras había aplastado las manufacturas textiles y la producción colonial de alfarería y objetos de metal, y los artesanos no contaron con muchos años para reponerse del golpe: la independencia abrió del todo las puertas a la libre competencia de la industria ya desarrollada en Europa. Los vaivenes posteriores en las políticas aduaneras de los gobiernos de la independencia generarían sucesivas muertes y despertares de las manufacturas criollas, sin la posibilidad de un desarrollo sostenido en el tiempo. //

21 nov 2010

LOS BARCOS BRITÁNICOS DE GUERRA SALUDABAN LA INDEPENDENCIA DESDE EL RÍO., por E. Galeano, parte uno

La maquina de vapor, el telar mecánico y el perfeccionamiento de la máquina de tejer habían hecho madurar vertiginosamente la revolución industrial en Inglaterra. Se multiplicaban las fábricas y los bancos; los motores de combustión interna habían modernizado la navegación y muchos grandes buques navegaban hacia los cuatro puntos cardinales universalizando la expansión industrial inglesa. La economía británica pagaba con tejidos de algodón los cueros del Río de la Plata, el guano y el nitrato de Perú, el cobre de Chile, el azúcar de Cuba, el café de Brasil. Las exportaciones industriales, los fletes, los seguros, los intereses de los préstamos y las utilidades de las inversiones alimentarían, a lo largo de todo el siglo XIX, la pujante prosperidad de Inglaterra. En realidad, antes de las guerras de independencia, ya los ingleses controlaban buena parte del comercio legal entre España y sus colonias, y habían arrojado a las costas de América Latina un caudaloso y persistente flujo de mercaderías de contrabando. El tráfico de esclavos brindaba una pantalla eficaz para el comercio clandestino. (...) Las tropas británicas habían conquistado Trinidad, en el Caribe, al precio de una sola baja, pero el comandante de la expedición, sir Ralph Abercromby, estaba convencido de que no serían fáciles otras conquistas militares en la América hispánica. Poco después, fracasaron las invasiones inglesas en el Rio de la Plata. La derrota dió fuerza a la opinión de Abercromby sobre la ineficacia de las expediciones armadas y el turno histórico de los diplomáticos, los mercaderes y los banqueros: un nuevo orden liberal en las colonias españolas ofrecería a Gran Bretaña la oportunidad de abarcar las nueve décimas partes del comercio de la América española. La fiebre de la independencia hervía en tierras hispanoamericanas. A partir de 1810, Londres aplicó una política zigzagueante y dúplice, cuyas fluctuaciones obedecieron a la necesidad de favorecer el comercio inglés, impedir que América Latina pudiera caer en manos norteamericanas o francesas, y prevenir una posible infección de jacobinismo en los nuevos países que nacían a la libertad. (continúa)

19 nov 2010

LAS LANZAS MONTONERAS Y EL ODIO QUE SOBREVIVIÓ A JUAN MANUEL DE ROSAS, por E.GALEANO, parte siete

Superada la herejía de Rosas, la oligarquía se reencontró con su destino. En 1858, el presidente de la comisión directiva de la exposición rural declaraba inaugurada la muestra con estas palabras: "Nosotros, en la infancia aún, contentémonos con la humilde idea de enviar a aquellos bazares europeos nuestros productos y materias primas, para que nos los devuelvan transformados por medio de los poderosos agentes de que disponen. Materias primas es lo que Europa pide, para cambiarlas en ricos artefactos". / El ilustre Domingo Faustino Sarmiento y otros escritores liberales vieron en la montonera campesina no más que el símbolo de la barbarie, el atraso y la ignorancia, el anacronismo de las campañas pastoriles frente a la civilización que la ciudad encarnaba: el poncho y el chiripá contra la la levita; la lanza y el cuchillo contra la tropa de línea; el analfabetismo contra la escuela. En 1861, Sarmiento escribía a Mitre: "No trate de economizar sangre de gauchos, es lo único que tienen de humano. Éste es un abono que es preciso hacer útil al País". Tanto desprecio y tanto odio revelaban una negación de la propia patria, que tenía claro está, también una expresión de política económica: "No somos ni industriales ni navegantes -afirmaba Sarmiento-, y la Europa nos proveerá por largos siglos de sus artefactos en cambio de nuestras materias primas". / El presidente Bartolomé Mitre llevó adelante, a partir de 1862, una guerra de exterminio contra las provincias y sus últimos caudillos. Sarmiento fue designado director de la guerra y las tropas marcharon al norte a matar gauchos, "animales bípedos de tan perversa condición". En La Rioja, el Chacho Peñaloza, general de los llanos, que extendía su influencia sobre Mendoza y San Juan, era uno de los últimos reductos de la rebelión contra el puerto, y Buenos Aires consideró que había llegado el momento de terminar con él. Le cortaron la cabeza y la clavaron, en exhibición, en el centro de la Plaza de Olta. El ferrocarril y los caminos culminaron la ruina de La Rioja, que había comenzado con la revolución de 1810: el librecambio había provocado la crisis de sus artesanías y había acentuado la crónica pobreza de la región. En el siglo XX, los campesinos riojanos huyen de sus aldeas en las montañas o en los llanos, y bajan hacia Buenos Aires a ofrecer sus brazos: sólo llegan, como los campesinos humildes de otras provincias, hasta las puertas de la ciudad. En los suburbios encuentran sitio junto a otros setecientos mil habitantes de las villas miserias y se las arreglan, mal que bien, con las migas que les arroja el banquete de la gran capital. ¿Nota usted cambios en los que se han ido y vuelven de visita?, preguntaron los sociólogos a los cientos cincuenta sobrevivientes de una aldea riojana, hace pocos años. Con envidia advertían, los que se habían quedado, que Buenos Aires había mejorado el traje, los modales y la manera de hablar de los emigrados. Algunos los encontraban, incluso, "más blancos". //

16 nov 2010

NÉSTOR KIRCHNER Y SU LUGAR EN LA HISTORIA ARGENTINA

El ensayista e historiador Norberto Galasso analiza la presidencia de Néstor Kirchner y su proyección histórica. También sostiene que la oposición está desesperada por que visualiza el triunfo de Cristina Fernandez de Kirchner en la primera vuelta de la próxima elección presidencial.

14 nov 2010

EL VIAJERO, parte dos


¡ Cúan desastrozo habrá sido mi estado que lo primero que hicieron fue ofrecerme ropa y comida!

Cuando ya había recuperado algo de mis fuerzas me animé a preguntarles cómo sabían quién era yo en realidad y si sabían de mis propósitos. Siempre en voz baja y con unas pocas velas encendidas como toda iluminación, José, tal era su nombre, me respondió serenamente:-El gran maestro nos habló de ti. Nos advirtió que un sujeto con ropajes extranjeros vendría preguntando por nuestra revolución y que no debíamos temerle, porque ese hombre venía con una noble misión...pero...debo confesarle que, ante la evolución de los hechos, temo por la suerte de la revolución y por la vida del doctor Moreno.

Éstas últimas palabras las había pronunciado cargadas de una inocultable tristeza y desazón. Quize preguntarle algo más pero me indicó un viejo catre donde podría dormir por unas horas y culminó su breve exposición con una mezcla de plegaria y lamento:_Los traidores a los ideales de mayo se han adueñado del poder y van por más. Piden la cabeza del líder de los rebeldes. ¡Ojalá que su presencia pueda ser útil a la causa revolucionaria! Ahora necesita descansar. Necesitará de todas sus fuerzas.

Por unos instantes intenté procesar toda la información que estaba recibiendo, pero no pude elaborar ninguna conclusión: quedé rendido por el agotamiento. Mañana sería otro día en la convulsionada Buenos Aires de fines de 1810. [continúa]

LAS LANZAS MONTONERAS Y EL ODIO QUE SOBREVIVIÓ A JUAN MANUEL DE ROSAS, por E. Galeano, parte seis

Vivian Trías ha comparado, en un libro fecundo, el proteccionismo de Rosas con el ciclo de medidas que Artigas irradió desde la Banda Oriental, entre 1813 y 1815, para conquistar la verdadera independencia del aréa del virreinato rioplatense. Rosas no prohibió a los mercaderes extranjeros ejercer el comercio en el mercado interno, ni devolvió al país las rentas aduaneras que Buenos Aires continúo usurpando, ni terminó con la dictadura del puerto único. En cambio, la nacionalización del comercio interior y la quiebra del monopolio portuario y aduanero de Buenos Aires habían sido capítulos fundamentales, como la cuestión agraria, de la política artiguista. Artigas había querido la libre navegación de los ríos interiores, pero Rosas nunca abrió a las provincias esta llave de acceso al comercio de ultramar. Rosas también permaneció fiel, en el fondo, a su provincia privilegiada. Pese a todas estas limitaciones, el nacionalismo y el populismo del "gaucho de ojos azules" continúan generando odio en las clases dominantes argentinas. Rosas sigue siendo "reo de lesa patria", de acuerdo con una ley de 1857 todavia vigente, y el país se niega todavía a abrir una sepultura nacional para sus huesos enterrados en Europa (*) Su imagen oficial es la imagen de un asesino. // (*) Las venas abiertas de América Latina fue escrito en 1970

12 nov 2010

LAS LANZAS MONTONERAS Y EL ODIO QUE SOBREVIVIÓ A JUAN MANUEL DE ROSAS, por E. GALEANO,parte cinco.

El bloqueo puso de manifiesto, pese a los progresos alumbrados por la ley de aduanas, las limitaciones de la industria nacional, que no estaba capacitada para satisfacer la demanda interna. En realidad, desde 1841 el proteccionismo venía languideciendo, en lugar de acentuarse; Rosas expresaba como nadie los intereses de los estancieros saladeristas de la provincia de Buenos Aires, y no existía, ni nació, una burguesía industrial capaz de impulsar el desarrollo de un capitalismo nacional auténtico y pujante: la gran estancia ocupaba el centro de la vida económica del país, y ninguna política industrial podía emprenderse con independencia y vigor sin abatir la omnipotencia del latifundio exportador. Rosas permaneció siempre, en el fondo, fiel a su clase. "El hombre más de a caballo de toda la provincia", guitarrero y bailarín, gran domador, que se orientaba en las noches de tormenta y sin estrellas masticando unas hebras de pasto para identificar el rumbo, era un gran estanciero productor de carne seca y cueros, y los terratenientes lo habían convertido en su jefe. La leyenda negra que luego se urdió para difamarlo no puede ocultar el carácter nacional y popular de muchas de sus medidas de gobierno, pero la contradicción de clases explica la ausencia de una política industrial dinámica y sostenida, más allá de la cirugía aduanera, en el gobierno del caudillo de los ganaderos. Esa ausencia no puede atribuirse a la inestabilidad y las penurias implícitas en las guerras nacionales y el bloqueo extranjero. Al fin y al cabo, en medio del torbellino de una revolución acosada, José Artigas había articulado, veinte años antes, sus normas industrialistas e integradoras con una reforma agraria en profundidad.

8 nov 2010

LAS LANZAS MONTONERAS Y EL ODIO QUE SOBREVIVIÓ A JUAN MANUEL DE ROSAS, por E. Galeano, parte 4

Dando un paso importante hacia la reconstrucción de la unidad nacional desgarrada por la guerra, el gobierno de Juan Manuel de Rosas dictó en 1835 una ley de aduanas de signo acentuadamente proteccionista. La ley prohibía la importación de manufacturas de hierro y hojalata, aperos de caballo, ponchos, ceñidores, fajas de lana o algodón, jergones, productos de granja, ruedas de carruaje, velas de sebo y peines, y gravaba con fuertes derechos la introducción de coches, zapatos, cordones, ropas, monturas, frutas secas y bebidas alcohólicas. No se cobraba impuestos a la carne transportada en barcos de bandera argentina, y se impulsaba la talabartería nacional y el cultivo del tabaco. Los efectos se hicieron notar sin demora. Hasta la batalla de Caseros, que derribó a Rosas en 1852, navegaban por los ríos las goletas y los barcos construidos en los astilleros de Corrientes y Santa Fe, había en Bs As más de cien fábricas prósperas y todos los viajeros coincidían en señalar la excelencia de los tejidos y zapatos elaborados en Córdoba y Tucumán, los cigarrillos y las artesanías de Salta, los vinos y aguardientes de Mendoza y San Juan. La ebanistería tucumana exportaba a Chile, Bolivia y Perú. Diez años después de la aprobación de la ley, los buques de guerra de Inglaterra y Francia rompieron a cañonazos las cadenas extendidas a través del Paraná, para abrir la navegación de los ríos interiores argentinos que Rosas mantenía cerrados a cal y canto. A la invasión sucedió el bloqueo. Diez memoriales de los centros industriales de Yorkshire, Liverpool, Manchester, Leeds, Halifax y Bradford, suscritos por mil quinientos banqueros, comerciantes e industriales, habían urgido al gobierno inglés a tomar medidas contra las restricciones impuestas al comercio en el Plata. (continúa)

31 oct 2010

LAS LANZAS MONTONERAS Y EL ODIO QUE SOBREVIVIÓ A JUAN MANUEL DE ROSAS. por Galeano, parte tres

"La aparición de la estancia capitalista, en la pampa húmeda del litoral, ponía a todo el país al servicio de las exportaciones de cuero y carne y marchaba de la mano con la dictadura del puerto librecambista de Buenos Aires. El uruguayo Jóse Artigas había sido, hasta la derrota y el exilio, el más lúcidos de los caudillos que encabezaron el combate de las masas criollas contra los comerciantes y los terratenientes atados al mercado mundial, pero muchos años después todavía Felipe Varela fue capaz de desatar una gran rebelión en el norte argentino porque, como decía su proclama, "ser provinciano es ser mendigo sin patria, sin libertad, sin derechos". Su sublevación encontró eco resonante en todo el interior mediterráneo. Fue el último montonero; murió, tuberculoso y en la miseria, en 1870. El defensor de la «Unión Americana», proyecto de resurrección de la Patria Grande despedazada, es todavía un bandolero, como lo era Artigas hasta no hace mucho, para la historia argentina que se enseña en las escuelas. / Felipe Varela había nacido en un pueblito perdido entre las sierras de Catamarca y había sido un dolorido testigo de la pobreza de su provincia arruinada por el puerto soberbio y lejano. A fines de 1824, cuando Varela tenía tres años de edad, Catamarca no pudo pagar los gastos de los delegados que envió al Congreso Constituyente que se reunió en Buenos Aires, y en la misma situación estaban Misiones, Santiago del Estero y otras provincias. El diputado catamarqueño Manuel Antonio Acevedo denunciaba «el cambio ominoso» que la competencia de los productos extranjeros había provocado: "Catamarca ha mirado hace algún tiempo, y mira hoy, sin poder remediar, a su agricultura, con productos inferiores a sus expensas; a su industria, sin un consumo capaz de alentar a los que la fomentan y ejercen,...(continúa)

28 oct 2010

LAS LANZAS MONTONERAS Y EL ODIO QUE SOBREVIVIÓ A JUAN MANUEL DE ROSAS. Galeano, parte dos

"Ningún escenario más propicio que la fértil llanura del litoral para la producción ganadera en gran escala. En 1816, se descubrió un nuevo sistema que permitía conservar indefinidamente los cueros por medio de un tratamiento de arsénico; prosperaban y se multiplicaban, además, los saladeros de carne. Brasil, las Antillas y África abrían sus mercados a la importación de tasajo, y a medida que la carne salada, cortada en lonjas secas, iba ganando consumidores extranjeros, los consumidores argentinos notaban el cambio. Se crearon impuestos al consumo interno de carne, a la par que se desgravaban las exportaciones; en pocos años, el precio de los novillos se multiplicó por tres y las estancias valorizaron sus suelos. Los gauchos estaban acostumbrados a cazar libremente novillos a cielo abierto, en la pampa sin alambrados, para comer el lomo y tirar el resto, con la sola obligación de entregar el cuero al dueño del campo. Las cosas cambiaron. La reorganización de la producción implicaba el sometimiento del gaucho nómada a una nueva dependencia servil: un decreto de 1815 estableció que todo hombre de campo que no tuviera propiedades sería reputado sirviente, con la obligación de llevar papeleta visada por su patrón cada tres meses. O era sirviente, o era vago, y a los vagos se los enganchaba, por la fuerza, en los batallones de frontera. El criollo bravío, que había servido de carne de cañón en los ejércitos patriotas, quedaba convertido en paria, en peón miserable o en milico de fortín. O se rebelaba, lanza en mano, alzándose en el remolino de la montonera. Este gaucho arisco, desposeído de todo salvo la gloria y el coraje, nutrió las cargas de caballería que una y otra vez desafiaron a los ejércitos de línea, bien armados, de Buenos Aires." (continúa)